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Me gustan las piedras.

Me gustan las piedras,
-piedras para mi colección de letras-.
Bueno fuera, poder coleccionar frases articulables
como puertas o ventanas
bueno fuera, poder coleccionar ríos de tinta
manchando los atardeceres cada verano
bueno fuera coleccionar en un sorbo
crepúsculos libres de calorías
bajos en sodio
libres de la insoportable levedad.

Estaría bien volver a las piedras
volver a la roca de la que venimos
ser de ese polvo estelar
-cause we are all made of stars,
I´m going back to the stars-.

Que bien caería al alma pronunciarla en las gotas de la lluvia
deletrearla en cada vibración pétrea
en cada sonoridad al caer
en cada uno de los ríos que contienen su timbre
que bueno sería devanar las posibilidades en nidos
que buena sería la paja o la página o la vagina
lo mismo que el viento y la intemperie
si no fueran luz candente en el iris.
Que bueno sería chorrearse de gotas heladas al aire libre
si fuera lo mismo que del calor de un semen
que buena sería la posibilidad de encontrar en cada piedra una esquirla del sueño
pero solo podemos construirlo con palabras
que buena sería la arena de la playa en Durango
aunque para mi, macetas de sombra, (riego cada tercer día)
y la llovizna de tierra mojada sobre mi cara.

A mi me gustan las piedras para levantar muros
para cursilerías como: “construir con palabras un puente indestructible”.
Me gustan las piedras
y apilarlas una a una en derredor mío
abriendo ventanas
sondeando los destinos de la mirada.

Que bueno sería poder arrojarse a un barranco cada día
sin perder el chorro de sangre que nos palpita
que bueno sería dormir bajo nuestras madres
al regazo de cada estrella
que buena sería la piel, si no sirviera tan poco
por esto una piedra sobre otra
se van estivando en palabras
por eso deletreo al mundo en casas
en puertas
en sílabas estrechas que pueda habitar
en paredes claras que puedan mis hijos decir.

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