
Sólo compré la revista para escribir sobre ella,
manchar minuciosamente sus pálidos interiores.
Antes, al abrirla, me abordaba algún leve deseo por leerla,
pero ahora,
directo al espacio en blanco,
sin miramientos.
Me estaré volviendo lugar común,
como quien toma el taxi y quisiera llegar a casa a ver televisión,
como el que va por la acera pensando en el boyler descompuesto.
No me emociona ningún verso,
algo malo debe suceder.
Entinto la hoja,
mil y un pensamientos imposibles de aplazar sobre el papel,
donde ahora escribo,
después de la página 192,
en el interior de la contraportada,
junto a una pintura de Raoul Dufy.
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