Recuerde el día aquel en que fuimos a las luchas la tarde aquella en que podía rozarle en que podía de cerca sentirle próximo, inminente. Acuérdese de esa sed vespertina de esas miradas azules y cursis de las conversaciones sin sentido de La Parka destrozando al rival de las sillas volando por lo alto del recinto. Recuerde como podía tocarlo como podía fácilmente y sin contratiempo sin vergüenza, sin impedimento alguno columpiarme en sus palabras deslizarme entera en usted mientras, fácilmente con la otra mano, tomaba el vaso de cerveza. Lentamente todo como el tiempo cuando es permitido sin codicia sin medida sin un: “es que tengo que…” sin explicaciones con lo único que nos quedaba, con aquello que hacíamos tan bien con querernos.