Recuerde el día aquel
en que fuimos a las luchas
la tarde aquella en que podía rozarle
en que podía de cerca sentirle
próximo, inminente.
Acuérdese de esa sed vespertina
de esas miradas azules y cursis
de las conversaciones sin sentido
de La Parka destrozando al rival
de las sillas volando por lo alto del recinto.
Recuerde como podía tocarlo
como podía fácilmente y sin contratiempo
sin vergüenza, sin impedimento alguno
columpiarme en sus palabras
deslizarme entera en usted
mientras, fácilmente
con la otra mano, tomaba el vaso de cerveza.
Lentamente todo
como el tiempo cuando es permitido
sin codicia
sin medida
sin un: “es que tengo que…”
sin explicaciones
con lo único que nos quedaba,
con aquello que hacíamos tan bien
con querernos.
en que fuimos a las luchas
la tarde aquella en que podía rozarle
en que podía de cerca sentirle
próximo, inminente.
Acuérdese de esa sed vespertina
de esas miradas azules y cursis
de las conversaciones sin sentido
de La Parka destrozando al rival
de las sillas volando por lo alto del recinto.
Recuerde como podía tocarlo
como podía fácilmente y sin contratiempo
sin vergüenza, sin impedimento alguno
columpiarme en sus palabras
deslizarme entera en usted
mientras, fácilmente
con la otra mano, tomaba el vaso de cerveza.
Lentamente todo
como el tiempo cuando es permitido
sin codicia
sin medida
sin un: “es que tengo que…”
sin explicaciones
con lo único que nos quedaba,
con aquello que hacíamos tan bien
con querernos.
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